Los asuntos trans y la identidad de género

19. Aunque todo el mundo experimenta cierto nivel de malestar e incomodidad al vivir bajo las restricciones del género, algunas personas lo experimentan de una forma especialmente intensa y aguda, hasta el punto de que no pueden tolerar vivir con los roles de género asociados a su sexo biológico. Además, un pequeño porcentaje de personas experimenta lo que se suele llamar disforia de género, aunque sería más preciso llamarlo disforia sexual o dismorfia sexual, dado que es una forma de angustia y malestar intensos causados por la experiencia de vivir en sus cuerpos sexuados. Aunque el sexo biológico es inmutable, pues reside en nuestros cromosomas y se expresa en características anatómicas y físicas, es posible para una persona con disforia someterse a un tratamiento para hacer que su cuerpo se parezca más al de una persona del sexo opuesto, y que les permita vivir más fácilmente en el rol de género asignado al otro sexo.

20. Mientras que la etiqueta “hembra” se refiere a una categoría biológica, de la que se es miembro desde el nacimiento y es inalterable, la etiqueta “mujer” se refiere a una categoría social. Ser una mujer no es tanto un asunto de tener biología femenina como de ser leída como una persona que posee dicha biología, y ser tratada de forma acorde. Lo que significa pertenecer a la clase social “mujer” es el ser leída por otros como hembra, y recibir el trato acorde a las normas de género que prescriben una feminidad pasiva y sumisión a los miembros del sexo femenino. La inmensa mayoría de las personas que ocupan esta clase lo hacen porque tienen una biología femenina (de hembra) y por tanto han sido incluidas en dicha categoría desde el nacimiento, a través de un proceso de socialización en el género. Sin embargo, dado que “mujer” es una categoría social y no biológica, es posible para una persona biológicamente masculina (macho) hacer la transición al papel de mujer, o, como es el caso de estas mujeres con biología masculina que padecen el Síndrome de insensibilidad a los andrógenos, ser socializada y tratada como una mujer desde el nacimiento:

Estas personas poseen biología masculina; sin embargo, parece incorrecto llamarlas hombres, dado que serán socialmente leídas y tratadas como mujeres

Estas personas poseen biología masculina; sin embargo, parece incorrecto llamarlas hombres, dado que serán socialmente leídas y tratadas como mujeres

Dado que ser una mujer es principalmente una cuestión de ser leída y tratada como hembra, es posible para una persona nacida con biología masculina someterse a un proceso de transición, al final del cual será leída y tratada como hembra, y por tanto será una mujer. Esto puede involucrar o no tratamiento médico en la forma de tratamiento hormonal y cirugía. Pero lo que será necesariamente es un proceso de transición social, que involucrará entre otras cosas enfrentarse y lidiar con el privilegio que resulta de ser criado como macho y vivir como tal durante un período de tiempo. Lo que ese proceso implica y cuán largo es son preguntas difíciles y complejas que varían en cada caso, y no hay una respuesta sencilla y universal. Pero una vez que dicho proceso se ha completado, esas personas ocupan la categoría de mujer trans, y es apropiado y respetuoso referirse a ella utilizando pronombres femeninos.

21. Aunque es posible hacer la transición al papel de mujer, esto no puede conseguirse con un simple acto de voluntad o una declaración performativa. El simple acto de “identificarse como mujer”, sentir que uno es mujer, creer que uno es mujer o declarar “Soy una mujer”, por sí mismos son insuficientes para convertir a alguien en una mujer. Ser una mujer es ocupar un rol social y ser vista por otros como alguien dentro de ese rol, y por tanto ningún estado mental subjetivo es suficiente para hacer a alguien mujer; convertirse en una mujer no es cuestión simplemente de “identificarse como mujer”. Si te llamas Simon [nombre masculino en inglés] y “te presentas como macho”, entonces el mero hecho de que te identifiques como mujer, que presumiblemente significa simplemente que tienes una especie de sentimiento o creencia en tu mente, no tiene ninguna relación en cómo los demás te ven, y por tanto seguirás siendo tratado con el respeto y la deferencia que normalmente se muestra a los hombres.

Dos hombres se alegran de que su partido político sea tan progresista que deje hablar a los hombres durante el turno de palabra de las mujeres

Dos hombres se alegran de que su partido político sea tan progresista que deje hablar a los hombres durante el turno de palabra de las mujeres

22. Ha habido dentro de la izquierda un cambio general desde la política basada en clases y los análisis de opresión estructural hacia unas políticas individualistas cuyas demandas primarias son el reconocimiento y la validación de identidades. En conjunto con este cambio, el discurso reciente sobre los asuntos trans ha dejado atrás el lenguaje de la transexualidad, que definía a las personas transexuales en términos de la experimentación de disforia, para abrazar la idea de personas transgénero, que se definen en función de su “identidad de género”. Esto aumenta significativamente la categoría de personas que se refieren a sí mismas como trans. Muchas de las personas que se definen como trans pueden no experimentar ningún tipo de disforia, pueden no tener ningún deseo de cambiar su cuerpo de manera alguna, y pueden no tener intención de pasar por el proceso de transición para vivir en el rol de género asociado al sexo opuesto. Esto significa que ser trans ahora es completamente un asunto de auto-definición y auto-identificación.

23. La “identidad de género” se define habitualmente como “el sentimiento personal e interno de alguien de ser hombre o mujer”, o “el sentimiento privado y la experiencia subjetiva de alguien acerca de su propio género”. Estas definiciones son vagas y poco claras, así que no es fácil entender exactamente qué es lo que propone al hablar de identidad de género. Una característica crucial de la identidad de género, tal y como expresan sus proponentes, es que es completamente independiente tanto del sexo biológico como de la socialización dentro del género. Así que lo que se afirma es que las personas tienen un sentimiento interno y personal sobre ser hombre o mujer (o algo completamente diferente –más acerca de esto en el punto 29), que es independiente de, y puede explicarse sin recurrir a, los cuerpos físicos que dichas personas habitan y la experiencia de ser leído socialmente y tratado como una persona con dicho cuerpo. Esto es lo que explica que alguien pueda identificarse como mujer a pesar de tener un cuerpo biológicamente masculino, y a pesar de haber sido criado como macho y de haber vivido como un hombre. Si eres transgénero, entonces tu “identidad de género difiere del género que se asocia típicamente con el sexo que se te asignó al nacer”. Se afirma que todo el mundo tiene una identidad de género, así que si no eres trans, entonces eres cisgénero, que significa que tu identidad de género se encuentra en sintonía con el sexo que se asignó al nacer. (He escrito en otro sitio acerca de mi incomodidad con la etiqueta cisgénero [enlace en español], que siento que no me describe con precisión ni a mí ni a otras mujeres que conozco).

24. Dada la naturaleza libre e independiente de la identidad de género, es difícil saber a qué propiedad o estado mental se refiere. Si por “identidad de género” nos referimos a un sentimiento intenso o a una convicción de que la personalidad de alguien, sus preferencias y disposiciones se alinean más con las normas de género impuestas sobre un sexo que con las del otro, de tal forma que esa persona puede sobrevivir y prosperar más cómodamente en dicho rol de género, entonces es plausible creer que todo el mundo tiene una identidad de género. Sin embargo, el término se usa generalmente de formas que sugieren algo mucho más profundo y fundamental que esto. La identidad de género parece ser una propiedad o esencia casi metafísica que está fija, inmutable, y que no puede ser desafiada. La identidad de género que un individuo profesa es una parte esencial y sacrosanta de su identidad, y debe creerse y respetarse sin más preguntas.

25. Esta noción de “identidad de género como esencia” tiene implicaciones problemáticas. La falta de claridad acerca de qué propiedad es, y su naturaleza inherentemente subjetiva, significan que la doctrina de la identidad de género se vuelve infalsable. Proponer la existencia de una identidad de género es por tanto equivalente a proponer la existencia del alma o de otra entidad no material cuya existencia no puede ser probada o examinada. Si queremos evitar esta implicación, la única opción es proponer la realidad objetiva de la identidad de género e intentar buscar su base material. Y entonces nos acercamos peligrosamente a postular la existencia de cerebros con género, y sugerir que las personas pueden nacer con el cerebro de un sexo y las características sexuales primarias y secundarias del otro. No estoy cualificada para afirmar la validez de dichas afirmaciones, al no tener formación científica y saber muy poco de neurociencia. Pero las feministas llevan mucho tiempo siendo escépticas respecto a cualquier intento de demostrar que el género es algo natural, puesto que dichos argumentos se utilizan frecuentemente para justificar la subordinación política y social de las mujeres. Además, esta definición de la identidad de género no sólo necesitaría de la existencia de los “cerebros masculinos” y los “cerebros femeninos”; también requeriría alguna explicación creíble de cómo el sexo del cerebro y el de los órganos reproductores del cuerpo pueden no coincidir. (Reconozco mis limitaciones científicas aquí, pero como cualquier buena feminista, recomiendo a aquellos que estén inclinados a creer en la existencia de los cerebros con género leer Delusions of Gender, de Cordelia Fine).

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26. Si tomamos la identidad de género auto-declarada de un individuo como la única condición necesaria y suficiente para pertenecer a un género, el resultado es que la palabra “mujer” se queda reducida a un estado mental subjetivo, a un sentimiento en la cabeza de una persona. La única respuesta a la pregunta “¿Qué es una mujer?” se convierte en “Una persona que se siente mujer”. Pero esto es una definición circular que no nos dice nada acerca de lo que es una mujer. El propósito del lenguaje es el de transmitir significados sociales compartidos. Si una palabra significa algo diferente para cada persona que la usa, y no pueden explicar a los demás qué quieren decir cuando usan esa palabra, entonces no significa nada. Si la palabra mujer se define como “alguien que cree que es una mujer”, entonces la palabra mujer pierde su significado, y no puede ser usada para nombrar nada. Las implicaciones políticas son que la mujer como clase desaparece.

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Las palabras tienen significado. El lenguaje cumple la función social de comunicar esos significados

Esto nos lleva a conclusiones absurdas y profundamente objetables, como la de Simon en la imagen del punto 21, en la que alguien criado como macho, viviendo como un macho y presentándose a la sociedad como un macho –en otras palabras, un hombre– puede de repente insistir en que es una mujer y que se le permita hablar en lugar y en nombre de aquellas personas que han vivido y socializado como mujeres desde el nacimiento. Al insistir en que una mujer no es más que un sentimiento en la cabeza de alguien, la idea de identidad de género borra e invalida las experiencias tanto de las mujeres con biología femenina como de las mujeres transexuales. Ambos grupos deben resistirse a la idea de que ser mujer no es más que un estado mental, un sentimiento en la cabeza de alguien, demostrado tan sólo por una afirmación performativa, porque dicha posición tiene el efecto de erradicar la existencia de las mujeres.

27. El hecho de que sea posible moverse de un grupo social al otro es en sí mismo prueba de que el individuo está experimentando un proceso de transición, pasando de pertenecer de uno de los grupos a otro. No es algo que ocurra de forma instantánea, mediante un simple acto de voluntad, y no tiene efecto retroactivo: que una persona decida embarcarse en el proceso de transición no significa que “siempre haya sido una mujer”. No tiene sentido decir que alguien que decide hacer la transición a vivir como una mujer tras vivir un cierto número de años como un hombre ha “sido siempre una mujer”; si eso fuera verdad, no habría habido ningún motivo para proceder a una transición social o física. Tiene incluso menos sentido afirmar, como se hace con frecuencia, que el cuerpo de una mujer trans posee biología femenina y siempre la ha poseído, simplemente porque su cuerpo es suyo y ella se “identifica” como hembra. Como ya se ha explicado, la palabra “hembra” [y el concepto de “biología femenina”] se refiere a una categoría biológica de la que alguien no puede escapar simplemente identificándose o sometiéndose a una transición. Y además, si el cuerpo de alguien poseyese ya biología femenina, no habría ningún motivo para modificarlo en absoluto. Es la existencia del dimorfismo sexual y las diferencias anatómicas que existen entre los sexos las que crean la necesidad en aquellas personas con disforia de modificar su cuerpo. Las mujeres trans tienen cuerpos con biología masculina, cuerpos que puede que decidan modificar para que se asemejen más a cuerpos con biología femenina. Y las mujeres trans crecieron como niños y a menudo vivieron como hombres, y tendrán que hacer una transición social desde ese papel al de mujer. Es por tanto claramente absurdo, una vez que alguien se declara trans, insistir en que debemos creer que siempre han sido miembros de la clase hacia la que se están moviendo. Si Kellie Maloney, que hizo la transición a los 60 años, siempre había sido una mujer, entonces la palabra mujer pierde su significado, puesto que se refiere literalmente a cualquier cosa a la que alguien quiera que se refiera. Y sus esfuerzos de vivir como una mujer y de ser leída como alguien con biología femenina se vuelven incomprensibles, porque serían innecesarios.

28. Para aquellos que apoyan la idea de la identidad de género –a diferencia del análisis radical de género– el género no es inherentemente opresivo. Mientras que las feministas radicales consideran que el género es inherentemente opresivo porque es un sistema que encarna una jerarquía que sitúa a los machos sobre las hembras, a los hombres sobre las mujeres, a lo masculino sobre lo femenino, para los defensores de la identidad de género no hay nada opresivo o restrictivo acerca de las normas de género por sí mismas. Por tanto se resisten a la crítica del feminismo radical hacia la feminidad como una forma de sumisión y subordinación, porque la persona que cree que posee una identidad de género femenina puede disfrutar actuando y performando la feminidad, y por tanto le molesta que le digan que es una expresión de debilidad y pasividad.

29. Para muchas aquellas personas que apoyan la idea de la identidad de género, lo opresivo del género no es que sea una jerarquía, es que sea binario. Una vez que separas la noción de “identidad de género” tanto del sexo biológico como de la socialización dentro de un género, no hay en principio ninguna razón para limitar el número géneros que pueden existir a simplemente dos. De ahí viene la frase escuchada a menudo de que “el género no es un binario, es un espectro”, y la emergencia de individuos que se identifican como “no binarios” o “género fluidos”, algunos de los cuales afirman experimentar “turnos como hombre” y “turnos como mujer”. Ahora tenemos cincuenta y seis géneros diferentes reconocidos por Facebook, aunque si te dedicas a vagar por Tumblr encontrarás muchos, muchos más, junto con todo un abanico de pronombres especiales. La pregunta lógica que cabe preguntar a quienes defienden la identidad de género como un espectro es: ¿cuántos géneros habría que reconocer para no ser opresivos? Y la única respuesta consistente que se puede dar a esa pregunta es: siete mil millones. Tendríamos que reconocer que cada individuo tiene su propia y única identidad de género. Pero si hay siete mil millones de géneros diferentes, uno por cada uno de nosotros, entonces no se ve muy claro que llamar a esto “género” tenga algún tipo de sentido, o nos ayude a entender algo. El género es un sistema que vincula ciertas características personales y comportamientos que se consideran deseables a la función reproductiva. En cuanto separamos estas características, comportamientos y apariencias del sexo biológico, lo que nos queda es simplemente la personalidad humana, en toda su variedad y complejidad. Por este motivo, todas nosotras somos no binarias. Nadie es un estereotipo de género andante. El género no es simplemente el nombre que le damos a un conjunto de gustos, preferencias y disposiciones que un individuo resulta tener. Es un sistema que ata la biología a la personalidad y al comportamiento, y que pone a las personas en cajas rosas y azules de acuerdo al conjunto de genitales que posean. La solución no es crear muchas cajas más, ni permitir que algunos individuos especiales no binarios puedan ser revolucionarios del género y puedan moverse entre las distintas cajas a voluntad, mientras que el resto debemos quedarnos dentro de ellas y nos dicen que es porque nos gusta. La solución es librarnos de las cajas –abolir el género de una vez por todas.

El género no es simplemente otra palabra para “personalidad”; es un sistema que vincula la personalidad a la función reproductiva

El género no es simplemente otra palabra para “personalidad”; es un sistema que vincula la personalidad a la función reproductiva

 

 

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