¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

52. Hemos caminado sonámbulos hasta llegar a una situación donde la realidad de la biología femenina es continuamente negada; la experiencia vivida y la opresión de las mujeres con biología femenina se invisibiliza y silencia; y las mujeres sufren acoso, amenazas y son tachadas de intolerantes por insistir en que la biología femenina existe, y que la biología femenina importa. Los espacios no mixtos se encuentran bajo amenaza, ya que en numerosas jurisdicciones se han promulgado leyes sobre la identidad de género, otorgándole a cualquier persona el derecho de entrar a dichos espacios en base a su sola identificación como mujer. Esto nos lleva a situaciones en las que personas con biología masculina socializadas como hombres poseen el derecho legal a entrar a vestuarios de mujeres, y los centros de crisis por violación sufren ataques y consecuencias legales por negarse a contratar personal con biología masculina. Las lesbianas son criticadas y tachadas de tránsfobas si no consideran a personas con biología masculina que se identifican como mujeres como potenciales compañeras sexuales. Los niños cuyo comportamiento y preferencias no encajan en las normas de género tradicionales son derivados a Clínicas de Identidad de Género y diagnosticados con disforia de género cada vez en mayor número.

53. Cualquier persona que exprese preocupación o incomodidad sobre alguna de estas cuestiones será acusada inevitablemente de tránsfoba; asimismo le amenazarán con arremeter contra su medio de vida e incluso con ejercer violencia contra ella. Muchas personas liberales, de mentalidad progresista –sobre todo hombres– que no están inmersos aún en la complejidad del debate participan de buen grado en la difamación a mujeres, etiquetándolas como intolerantes y TERFs, y perpetúan la idea de que las mujeres que insisten en la necesidad de al menos algunos espacios no mixtos son sucias fanáticas que deben dejar de ser crueles con las mujeres transexuales.

54. Las causas de esto son varias. Primero, para alguien no familiarizado con estos debates, gran parte del tema suena demasiado absurdo como para creerlo. A menos que alguien haya sido un testigo cercano, parece absolutamente inconcebible que haya gente que alegue que la orientación sexual debería depender del sentimiento interior del género de la otra persona, más que de tipos de cuerpo específicos; o que la simple afirmación performativa de decir “¡Ahora soy una mujer!” y pestañear coquetamente es suficiente para transformar a esta persona de hombre a mujer. Las feministas que expresan el tipo de preocupaciones que estoy desarrollando aquí son fácilmente tachadas de estar exagerando la situación y recurriendo a la hipérbole para intentar socavar el movimiento transgénero. El único modo de evitar esto es llenar el texto de hipervínculos, para llevar al lector hasta la evidencia, lo que es engorroso y desvía su atención. (Si existe escepticismo acerca de mi representación de la situación, aquí se pueden encontrar más enlaces con pruebas de lo que explico.)

55. Segundo, esta cuestión es increíblemente compleja y difícil de entender, como las páginas anteriores muestran. Poca gente entiende cómo se usa el término “transgénero” en el discurso político de izquierdas: que ser transgénero es aparente y exclusivamente una cuestión de definición individual, que para llamarse a sí mismo trans ya no se necesita tener disforia ni tampoco intención de transicionar y vivir permanentemente con el otro rol sexual, que cualquier hombre puede simplemente declarar que se identifica como mujer y se le permitirá que hable por encima de las mujeres y que entre en espacios no mixtos. Pocas personas tienen alguna idea de qué significa realmente “identidad de género”, o saben que la lógica de las exigencias de las políticas de identidad transgénero consiste en tomar solamente la identidad individual de alguien como condición necesaria y suficiente para la pertenencia a la clase “mujer”. La gran mayoría de la gente asume, comprensiblemente, que la palabra transgénero se refiere a las personas transexuales, esto es, que experimentan disforia sexual y se someten a alguna forma de transición médica y social.

56. Tercero, los defensores del concepto de “identidad de género” han explotado y sacado beneficio de este error. Los liberales y progresistas sienten empatía y compasión (acertada y naturalmente) hacia las personas que sufren una condición tan dolorosa y estresante como la disforia de sexo, y por tanto quieren asegurarse de que tendrán acceso a las facilidades y tratamiento que necesiten para vivir vidas seguras, sanas y prósperas. Los defensores de la identidad de género explotan esta preocupación justificada y la compasión por las personas transexuales mediante la apropiación de su terminología y el secuestro de su causa, animando a aquellos que no les encuentran sentido a estas complicadas cuestiones a creer que la empatía por las personas transexuales requiere también apoyo a la noción de identidad de género y todo lo que eso implica: a saber, una negación de la realidad e importancia del sexo biológico y la socialización de género.

57. Cuarto, esta empatía y compasión justificada existen junto a otros rasgos de la moral liberal/de izquierdas. El izquierdista se enorgullece de sus bajos niveles de prejuicio y asco, y de su tolerancia y aceptación de todo tipo de comportamientos que no causan daño a otros sin que haya consentimiento. El izquierdista desea señalar públicamente que no es un intolerante y que no posee prejuicios hacia ningún grupo marginado y estigmatizado, y se presenta a sí mismo como un aliado del más oprimido, da igual quién sea. Ya que el tiempo es limitado y esta cuestión es increíblemente compleja, el izquierdista normalmente no se molestará en examinarla con demasiado detalle. En lugar de eso, adopta un progresismo irreflexivo, tomando lo que sea que asuma que es la postura propia del izquierdista, sin tomarse un tiempo para reflexionar prudentemente sobre su coherencia o sus implicaciones políticas. Muchos defensores de las políticas de identidad transgénero son especialmente vocales sobre la discriminación y la marginación que sufren los miembros de su comunidad, y sobre su idea de que son las feministas las primeras que perpetran esta discriminación. Así que la posición rápida y fácil para el izquierdista que no tiene ni tiempo ni ganas de leer sobre políticas de identidad de género es asumir que la complejidad de esta cuestión puede ser reducida a “las feministas radicales están llenas de prejuicios y no toleran a las mujeres trans”. Esto no sólo le da al izquierdista el derecho de alinearse con la posición política que parece correcta sin darle muchas vueltas, también le facilita el presentarse a sí mismo públicamente como aliado y defensor de un grupo oprimido, y felicitarse a sí mismo por no estar influenciado por la intolerancia, los prejuicios y el asco, no como sus rivales.

58. Quinto, a estos factores le podríamos añadir la vieja misoginia del hombre izquierdista. Muchos hombres no entienden el significado del sexo biológico como eje de opresión, simplemente porque es una forma de opresión que no compartimos con ellos, así que se desecha más fácilmente, tachada como trivial en comparación con aquellas formas de opresión reales y serias que los hombres también experimentan, como la raza o la clase social. Por otro lado, puede especularse razonablemente que muchos hombres de izquierdas simplemente no conciben la posibilidad de que esta cuestión sea más compleja de lo que ellos pueden entender, y que las mujeres a quienes llaman TERFs podrían estar más informadas y especializadas en alguna cuestión política de lo que ellos están.

59. Sexto, el desarrollo de políticas de identidad transgénero es un producto de un giro general en políticas de izquierdas, que tienden a distanciarse de los análisis sobre opresión basados en la clase, que buscan entender la injusticia en términos estructurales; y se mueven hacia políticas individualistas centradas en el reconocimiento y validación de identidades. Desde esta perspectiva, la forma de opresión primaria – quizá la única real – es la “invisibilización”, entendida como el fallo de la sociedad en aceptar la identidad individual de alguien y en validar su identidad y autopercepción. Independientemente de que se esté de acuerdo o no con la idea de que la falta de validación externa es una forma de injusticia, lo que debería estar claro es que no puede ser la única forma de injusticia, o la raíz de todas las injusticias que experimentan los grupos oprimidos. No existe la suficiente cantidad de “identificación como hombre” que pueda tornar a una persona con biología femenina inmune a las formas variadas de opresión que conlleva el serlo.

60. A pesar de que se vea con claridad que esta versión de las políticas de identidad es poco convincente, goza de popularidad entre un tipo específico de activistas sociales, en parte porque resulta atractiva para su personalidad narcisista y su deseo de adoptar una identidad interesante, incomprendida y marginada. Especialmente para aquellos que no experimentan ninguna forma material de opresión, como ocurre con los hombres blancos de clase media, la etiqueta “genderqueer” o “no binarie” es para ellos una forma conveniente y atractiva de diferenciarse del resto de su clase, y de distanciarse de aquellos sistemas de opresión de los que se benefician. Para un hombre, llamarse genderqueer o no binarie es muy conveniente y atractivo, ya que le permite tanto seguir beneficiándose de su privilegio de macho cuando le conviene como borrar dicho privilegio tan sólo recordando que está más oprimido por el género que las mujeres, porque nadie comprende y todos marginan muchísimo su identidad de género.

Algunas posibilidades de identidades de género para que elijas y así escapes de la normalidad de tener que ser hombre o mujer

Algunas posibilidades de identidades de género para que elijas y así escapes de la normalidad de tener que ser hombre o mujer

61. Los factores antes expuestos explican por qué las políticas de género les resultan tan atractivas al activismo joven y progresista, y esclarecen por qué hay tantos liberales que promueven y apoyan una ideología incoherente que además es nociva para las mujeres. Estos factores se agravan a causa de la preocupante tendencia hacia el totalitarismo ideológico y las políticas de pureza por parte de algunos activistas por la justicia social, incluyendo a parte del activismo trans y sus aliados. Cualquiera a quien le resulten familiares las recientes tendencias en activismo por la justicia social en internet reconocerá los métodos usados para reprimir la disidencia y forzar la conformidad:

  • Control del entorno y mantenimiento de una cultura intelectual uniforme, mediante el ostracismo de cualquiera que cuestione cualquier aspecto de la doctrina, tachándolos de herejes peligrosos. Esto supone tachar a cualquiera que cuestione la doctrina de tránsfoba intolerante, por ejemplo mediante la técnica de campañas de boicot (incluyendo charlas o exposición en medios). El miedo de ser condenada al ostracismo y presa de difamaciones hace que se guarde silencio y no se haga la más mínima de las objeciones.
  • Las crecientes demandas de pureza, que hacen que cualquier creencia o asociación que la contamine sea expulsada. A causa de esta intransigencia creciente, ideas que hace muy poco eran aceptadas y expresadas por activistas trans, como la noción de que las mujeres trans nacieron con biología masculina, ahora son vistas como heréticas. Además, se da una continua insistencia en denunciar a aquellas personas que se desvíen del dogma.
  • Una cultura de la confesión, en la que revelaciones de las propias transgresiones y pecados, y la autoflagelación por tener privilegios, son el único camino posible para la salvación personal y redención. De ahí la necesidad de una revisión performativa constante del privilegio, y la obligación de las mujeres no trans de confesar su pertenencia al grupo que oprime a las mujeres trans si no quieren que las tilden de tránsfobas.
  • El dogmatismo y el rechazo a cualquier crítica que suponga un desafío para la doctrina, incluso cuando ésta va totalmente en contra de hechos científicos y de la realidad social. De ahí la negación de la existencia del sexo biológico, ya que su existencia está reñida con la doctrina que sostiene que las mujeres trans poseen biología femenina.
  • La destrucción del lenguaje a través de reglas increíblemente complicadas y el constante cambio de jerga, el control continuo y exhaustivo de pequeñas infracciones lingüísticas, y el uso de clichés de interrupción del pensamiento, diseñados para enmascarar la complejidad y prevenir el pensamiento crítico y la evaluación racional. Algunos ejemplos de esto son la ira dirigida hacia las personas que usan transgendered en vez de transgender en inglés, o el mantra tantas veces repetido “las mujeres trans poseen biología femenina”.
  • La elevación de la doctrina por encima de las personas y la creencia en una causa noble. De esta forma cualquier comportamiento, no importa cuán abusivo o cuestionable sea éste, está justificado en la medida en que sea cometido por “nuestro bando”. Un ejemplo de esto sería el que amenazar a mujeres con quemarlas vivas o colgar fotos con un cuchillo en la mano mientras hablas de TERFs esté justificado, porque el análisis de las feministas radicales supone una amenaza para la ideología de la identidad de género, y equivale por ello a hacer apología del odio.

62. La ideología de la pureza se crea y mantiene mediante los mecanismos psicológicos anteriores, catalogados por primera vez por Robert Jay Lifton en su famoso estudio sobre el lavado de mente y control del pensamiento en los campos de reeducación chinos. Por tanto, esta tendencia hacia una ideología del culto y pensamiento totalitarista no se da sólo en las políticas transgénero ni en las políticas feministas. Este deslizarse hacia el totalitarismo y las políticas de la pureza supone un peligro del que cualquier movimiento por la justicia social y cualquier activista político de izquierdas debe estar advertido y en guardia. Sin embargo, esta tendencia, junto con la complejidad de la cuestión y el deseo de los liberales de proclamar su empatía y modernidad (acompañadas por una sana ración de misoginia de izquierdas) se han combinado para traernos hasta aquí, hasta esta absurda situación en la que a las mujeres no les está permitido decir que la biología femenina existe, que la biología femenina importa, y que las personas con biología femenina y socializadas como mujeres desde el nacimiento necesitan algunos espacios seguros protegidos de aquellas personas nacidas con biología masculina y socializadas como hombres.

 

 

 

Estaré para siempre en deuda con mi compañera feminista infiltrada, la autora de The New Backlash, por su inspiración y guía para entender esta increíblemente complicada y enrevesada cuestión. He aprendido muchísimo de sus escritos, y aunque ninguna de las secciones hubiesen existido sin ella, esta última está en gran medida cimentada en sus consejos. Recomiendo de verdad su blog a cualquiera que quiera argumentos más detallados o más evidencias de lo expuesto aquí.